El poder de la independencia

Por Armando Charles
15 de septiembre de 2009.

Hoy es día de independencia, y es día de libertad, si es que ejercemos nuestros derechos.

A casi 200 años del inicio del movimiento libertador del pueblo de México, conviene reflexionar sobre la necesidad de continuar ese proceso en todos los ámbitos de la vida de nuestra comunidad.

Actualmente, hay quienes pueden ser algo así como héroes cotidianos frente a la opresión y la demagogia de los gobernantes.

Se trata de hacer una revolución pacífica, un cambio de mentalidad, y un actuar fundado en la justicia y el derecho, que desafíen la arbitrariedad de los poderosos.

Y como que urge en Tamaulipas un grito de libertad.

No estaría mal, por ejemplo, que los diputados locales muestren algo de dignidad, y dejen de obedecer ‘a ciegas’ los designios del gobernador en turno; y que el poder judicial del estado sea, en verdad, autónomo e independiente.
Por respeto al pueblo, que es el que paga, los representantes de los poderes pueden romper las cadenas de ignominia que, en cierta medida, hoy los ata al ejecutivo en turno.

Urge también que algunos comunicadores hagan examen de conciencia y ya no sigan línea oficialista al hacer sus notas y columnas periodísticas.

Los convenios de publicidad no deben afectar la libertad de prensa, ni pueden aniquilar la verdad; porque el compromiso de los medios de comunicación independientes es, ante todo, con sus lectores.
Por otra parte, es preciso que terminen los “besamanos”, las cabalgatas, los moto rally’s, la propaganda gubernamental personalizada de los gobernantes, el oprobioso culto a la personalidad, el derroche cortesano y la vanidad, que tanto cuestan al erario.

Suena absurdo que algunas calles, plazas, edificios y otras obras pagadas con recursos del erario, lleven los nombres de funcionarios y políticos oportunistas, mientras numerosos espacios públicos están en deplorables condiciones.
Ante eso, el clamor ciudadano debe expresarse en todas las formas pacíficas posibles, para evitar los abusos de autoridad y el desdén de quienes en un tiempo protestaron guardar la Constitución y las leyes, pero no cumplieron.

Urge que los militantes de los partidos sean libres, y que nunca más acepten candidatos por “dedazo”, ni prácticas viciadas o ajenas a sus principios.
Pueden exigir democracia en su vida interna, y exigir que la oposición sea auténtica, no comparsa del partido oficial.

Es hora que los partidos políticos cumplan su objeto constitucional de promover la participación del pueblo en la vida democrática (empezando por la elección de sus dirigentes y candidatos), a fin de que dichas organizaciones no sean ‘franquicias’ de unos cuantos.

También es saludable que los trabajadores se sacudan a sus líderes “charros” que se adueñan de las cuotas sindicales, negocian contratos y escalan posiciones políticas mediante la manipulación y el control obrero.
Conviene, incluso, que la Universidad sea un lugar donde impere la democracia y florezca la sabiduría; una institución cuya autonomía financiera sirva para garantizar educación totalmente gratuita y de excelencia a los alumnos que tengan méritos académicos y vocación para cursar una carrera profesional, así como para obtener empleos bien remunerados, a fin de que los frutos de ese trabajo sean para beneficio del pueblo.

Como que ya es tiempo que el pueblo exija cuentas claras a quienes manejan los recursos públicos, o cárcel para los gobernantes corruptos, y la renuncia o destitución de quienes han hecho de la Auditoria Superior, de las tesorerías y de las contralorías una completa farsa, aunque algunos se digan independientes.